Hallan Ciudad Subterránea de GIGANTES Bajo el Desierto

La inhóspita región que se extiende por el sureste de California en EEUU conocida como “Death Valley” o valle de la Muerte, es un nombre muy apropiado para describir a un valle seco y desolado del desierto de Mojave.

El Valle de la Muerte es uno de los lugares más calurosos del mundo, con zonas que se sitúan por debajo del nivel del mar, llegando a registrar temperaturas máximas que rondan los 55ºC.

En general, es una tierra abrasada por el calor, ausente de agua, y golpeada por un sol implacable que hace que este extremo lugar sea incapaz de albergar vida en su superficie, pero… y ¿bajo tierra?

El misterio de la ciudad subterránea perdida en pleno valle de la muerte comienza con los relatos de los Paiute, una de las tribus nativas más conectadas con esta zona.

Según cuenta la tradición oral, una vez hubo un gran jefe que sufrió la trágica muerte de su esposa, pero el jefe nativo se reveló contra el destino, y emprendió un viaje a la tierra de los espíritus donde descubrió un inmenso mundo subterráneo.

Abriéndose camino a través de un túnel, aparentemente interminable, el valiente guerrero se vio acosado por las pruebas del inframundo.

Luchando con hordas de demonios, espíritus malignos y bestias salvajes, el jefe se acercó a su desafío final, donde se encontraba un estrecho puente de roca, rodeado por un oscuro abismo que daba paso al increíble mundo subterráneo gobernado por el dios Shin-au-av.

La más hermosa de las hijas de Shin-au-av se acercó al valiente guerrero, ofreciéndose a pasar la eternidad con él, pero el amor por su amada prevaleció, y exigió ver a su esposa fallecida.

Consiguió que accedieran a sus peticiones, pero no pudo retornar con ella al mundo de la superficie, y el jefe regreso solo, pero con una experiencia insólita que contar a su tribu.

Esta historia podría haberse perdido en el folclore si no fuera por los increíbles hallazgos que sucedieron durante el siglo XX y que dan vida al misterio de la ciudad subterránea.

El investigador Bourke Lee es el primero que describe la ciudad subterránea del Valle de la Muerte, en 1932.

En sus obras (En el libro “The Death Valley Men”) relata lo que le ocurrió a Fred White durante una de sus exploraciones por el Valle de la muerte, en la década de los años 20.

White estaba inspeccionando la entrada de una cueva, cuando inesperadamente el suelo se abrió ante sus pies, y cayó al fondo de una caverna subterránea.

Al darse cuenta de que era imposible salir por donde había caído, decidió aventurarse por los pasadizos oscuros de lo que él pensaba, podía tratarse de los túneles de una mina abandonada, ya que podía sentir las marcas de las herramientas en las paredes.

Después de horas de recorrido, por el angosto túnel, dio paso a una sala con el suelo y las paredes pulidas, pero lo que mas fascinó a White, eran las numerosas joyas de oro que brillaban con la tenue luz de un sistema de iluminación que aprovechaba el gas de las cavernas.

Sin embargo, no era lo único que había en la habitación, White contó al menos un centenar de momias.

Algunas yacían sobre una larga mesa con incrustaciones preciosas, otras, permanecían de pie como guardianes alrededor de la cámara, sujetando lanzas y escudos dorados, pero la gran mayoría de las momias estaban apiladas, unas encima de otras, sobre el suelo.

Algunas llevaban ropajes de cuero, y estaban adornadas con joyas y brazaletes de oro, aparentemente había signos de que el lugar estaba abandonado desde hacía mucho tiempo.

Pero lo más sorprendente que vieron sus ojos, fue la estatua de un hombre, probablemente un dios, que se alzaba a varios metros de altura, y según le pareció, estaba hecha de oro macizo.

Después de este increíble descubrimiento, Fred White regresó un par de veces más a la ciudad perdida, junto con su mujer y su socio, Thomason.

Durante sus exploraciones encontraron puertas de piedra, tan perfectamente equilibradas que si se presionaban en el punto adecuado podían ser movidas con solo el dedo meñique.

También ascendieron por los túneles que conducían a las montañas, donde se abrían, lo que parecían, grandes ventanales en la roca que daban la oportunidad de contemplar todo el valle desde lo alto.

El instituto Smithsonian ofreció una gran suma de dinero para hacerse con el descubrimiento, e incluso el gobierno andaba detrás de White, pero todo el interés se desvaneció cuando fueron traicionados por un amigo al que habían confiado unas joyas extraídas de los túneles y que jamás volvieron a ver, por lo que no pudieron probar su descubrimiento.

White y su esposa, junto con Thomason, no regresaron del último viaje al interior de la ciudad subterránea, y nunca más se los volvió a ver.

Sin embargo, esta no es la única ocasión en que se menciona la existencia de una ciudad subterránea en el valle de la muerte.

En la misma época que transcurre la experiencia vivida por Fred White, se añade la de Tom Wilson, un nativo Paiute de pura sangre que trabajaba como guía dentro del Valle de la Muerte.

Este hombre inspeccionó a fondo los túneles, sin encontrar lo que buscaba, ya que sus exploraciones estaban motivadas por el increíble relato que una vez le contó su abuelo.

Este le dijo que un día se topó con una extraña caverna, y su gran deseo de explorarla le empujó a adentrarse en ella.

Después de perderse por los pasadizos y vagar durante varios kilómetros, llego al final de un largo túnel.

Allí encontró gente de piel clara, ataviados con ropas hechas de cuero, hablando un idioma para él desconocido y comían alimentos extraños que el anciano nunca había visto ni probado.

El abuelo añadió que los habitantes, de ese lugar, tenían grandes cantidades de oro, montaban a caballo y poseían un sistema de iluminación desconocido.

… (ver vídeo).

 

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